Soy hija de una de las grandes gallinas ponedoras y del gran gallo Claudio, era el gallo más hermoso en todo el corral. Se enamoró de mi madre que era una experta bailadora de joropo. Gracias a ello aprendí a bailar, incluso desde que estaba en el cascaron oía los arpegios del bajo que hacen automáticamente que mis patitas se muevan.
Cuando me convertí en adulta, era quien amenizaba a todas en el gallinero para que pudiésemos poner nuestros huevitos, después de mi madre yo me convertí en la gran ponedora y bailadora del corral. Ese era mi trabajo, lo cual siempre hice con mucho gusto, además que estaba profundamente enamorada de un gallo al que solo podía admirar, pues pertenecía a otro corral, un día sin razón alguna no lo volví a ver.
Así que me dediqué solo a mi gallinero y a empollar, pero empecé a dejar de poner tantos huevos, cada semana eran menos. Hasta que ya no pude poner más, así que la patrona empezó a darme de comer mucho maíz, algunas veces me pesaban, hasta que un día la oí hablar con su espopopooso, diciendo que pronto me llevarían a la olla.
Ni corta ni perezosa Salí de allí mismo corriendo como pode, pues nadie me iba a cocinar. ¡Nononono!. Y así me aventuré a recorrer el país y ganarme la vida con mis pasos de baile. En ese camino, me encontré con un grupo de artistas que se convirtieron prácticamente en mi familia.