Desde su nacimiento, en el amazonas y, durante 20 años se formó como sabedora ancestral, de ahí proviene su forma  de expresarse, siempre con un verso de sabiduría.  Su  infancia la pasó volando entre las copas de los árboles Itahuba, Caricari y Tajibos frente al río amazonas, desde allí podía visualizar los conflictos entre los animales, diferencias inconciliables, pero que a la distancia en su vuelo interpretaba de manera distinta, veía que no hay separación entre los seres y que todos somos parte de una unidad, esa es la sabiduría que su abuelo le transmitió la comunión entre  el río y los  delfines rosados, los  árboles y los monos; entre los indígenas y la naturaleza; todos colaborando en un beneficio colectivo. Este es el aporte que ella brinda al grupo los artistas ambulantes, que al final de la obra logra que todos se integren en esa comunión.

La Guacamaya   pertenecía a un resguardo de la comunidad indígena Uitoto. Allí su taita le enseñó el oficio de la sabiduría y medicina chamánica.

Salió del Amazonas porque la deforestación ilegal amenazaba con destruir su hogar, el pulmón del mundo. Su misión es concientizar al hombre occidental de su irracionalidad y ceguera que con sus actos estaba asesinando a la madre tierra. Al llegar a la ciudad se encuentra con que la problemática es mucho más grave de lo que ella pensaba y vivía en su hogar, en la ciudad nadie se preocupaba por la naturaleza y el dinero es quien tenía el poder y era el objeto de deseo de todos los individuos. Los habitantes del país habían olvidado el valor de la naturaleza y de sus ancestros, así que decide quedarse un tiempo y tratar de concientizar sobre dichas problemáticas para reestablecer el equilibrio. 

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